Primero fue una niña. Ella nos condujo al bosque con su caperuza roja. Después, La Bella encaró a La Bestia para salvar a su padre y Gretel empujó a la bruja y liberó al hermano. Más tarde una sirenita renunció al mar para caminar hacia su deseo. Y fue Alicia, movida por su curiosidad, la que persiguió a un conejo, probó las pociones y entró al País de las Maravillas. Todavía recordamos a la pequeña Dorothy enfrentando al grande, terrible y mezquino, Oz; y la desobediencia de Margarita, que se fue a buscar su estrella. 

Noche tras noche Sherezada cuenta otro cuento para sobrevivir. Un sultán atroz se enamoró de sus historias. Sherezada conoce mil y un más. Queremos saberlas todas.

Busco en mi librero y encuentro decenas de libros protagonizados por niñas y mujeres, reviso antologías, voy a la biblioteca y se suman más y más. Cada vez más. Sin embargo, ya sabemos, estas heroínas no fueron, en un principio, escritas por mujeres (aunque muchas de ellas sí contadas por mujeres); el contexto machista en el que vivía se los impedía. Apenas aparece en el canon de LIJ, incluso antes de los Hermanos Grimm, la olvidada Madame Leprince de Beaumont (1711-1780). Una de las primeras, junto con otras madames, Madame de la Force, Madame d’Aulnoy, Madame de Murat, en escribir pensando en un lector infantil. Su versión de «La Bella y la Bestia» trascendió, pero no sus otros libros para niñas y niños (¡publicó alrededor de 60!). Quizá su confianza en la Divina Providencia y su clara intención de transmitir valores hicieron que perdiera el interés de los lectores, pero también, de nuevo, el sistema heteropatriarcal que favorecía la trascendencia masculina la dejó al margen. El cualquier caso fue pionera y estiró la historia de la infancia al imaginar libros para un lector infantil entonces todavía inexistente. Podríamos considerarla la madre de la literatura infantil (sólo se habla de un padre, Charles Perrault, que ni siquiera reconocía la paternidad, pues firmó sus cuentos bajo seudónimo, ni le interesaba escribir para la infancia).

Más de un siglo después vino «Jo», de Mujercitas. Louise May Alcott (1832-1888) marca el inicio de un importante boom de escritoras: Johanna Spyri (1827-1901), que trajo a Heidi; Lucy Maud Montgomery (1874-1942) y su Ana, la de las tejas verdes; Beatrix Potter (1866-1943) con sus animales traviesos; y Frances Hodson Burnett (1849-1924) y su huérfana, Mary Lennox, absorta en El jardín secreto 

Luego levantó la mano (y a un caballo) la gran líder: Pippi Calzaslargas, que consideraba una ventaja ser huérfana, pues así podía hacer lo que le diera la gana. Acompañan a Astrid Lindgren (1907-2002): Eleanor Farjeon (1881-1965), Tove Jansson (1914-2001), María Gripe (1923-2017), Lygia Bojunga (1932), Katherine Patterson (1932), Christine Nöstlinger (1936), Marina Colasanti (1937), Ana María Machado (1941)…

En el mundo hispano este terreno ganado poco a poco por las escritoras y sus personajes lo encabezaron Elena Fortún (1886-1952), Carmen Lyra (1888-1949), Gabriela Mistral (1889-1957), Juana de Ibarbourou (1892-1979), Marcela Paz (1902-1985), María Teresa León (1903-1988), Blanca Lydia Trejo (1906-1970), Dora Alonso (1910-2001), Gloria Fuertes (1917-1998), Pascuala Corona (1917-2015), Alicia Morel (1921-2017), María Elena Walsh (1930-2011), Laura Devetach (1936), María López Vigil (1944), Graciela Montes (1947)… por mencionar algunas.

Hoy, la balanza pareciera emparejarse en lo que respecta a las personas creadoras: aumentan las escritoras e ilustradoras en la literatura infantil y juvenil, y con ellas, se alimenta esta rica herencia de Caperucitas, de personajes femeninos (veo mi escritorio con pilas de libros posibles para esta entrada). En otras áreas, de hecho, la balanza se inclina más hacia las mujeres. Basta mirar una sala de congresos para corroborar que la literatura infantil y juvenil es un territorio de editoras, académicas, profesoras, bibliotecarias, promotoras (cuenta pendiente para mis congéneres). 

Para celebrar esta historia de escritoras y personajes femeninos, y a todos los niños y niñas que las leen: ¡Feliz Día de la Niña! 

 


1. Pippi Calzaslargas. Todas las historias.

Astrid Lindgren. Blackie Books, 2013

Campeona del juego, indomable encuentracosas, Pippi, la niña de las trenzas tiesas color zanahoria, sigue haciéndonos reír y maravillándonos con su peculiar lógica: una mezcla fantasía, absurdo, sentido común y asombro por el mundo. Aunque no ha sido muy leída en Latinoamérica, empiezan a circular en nuestros países ediciones cuidadas como ésta, que compila todas sus aventuras; una suerte de pequeña saga que arranca con la llegada de Pippi a Villa Mangaporhombro, su amistad con los niños vecinos Tommy y Annika, excursiones para intentar volar, idas al circo, tardes de té o mañanas de colegio fallidas, enfrentamiento con ladrones y una celebración de cumpleaños que incluye regalos para todos los invitados. Las aventuras continúan con ferias, muchos juegos y una fiesta de despedida, pues Pippi se embarca a los mares del sur. Palabras nuevas, visitas inesperadas, buques y tiburones la esperan, y a los lectores, que no pararán de leerla. Quizá porque esta niña, capaz de levantar un caballo con su fuerza extraordinaria, confía en que lo mejor siempre está por venir. Cuando me dormí, sabía que hoy iba a pasar algo divertido, aunque no sabía qué.

 


2. Letras al carbón

Irene Vasco y Juan Palomino. Editorial Juventud, 2015.

En el pueblo colombiano de Palenque casi nadie sabe leer. Gina recibe las cartas de un enamorado y con su hermana menor imagina todas las cosas románticas que podría decirle. Ellas sólo conocen la letra «o» y la buscan ansiosas en cada carta intentando descifrar algo. Hasta que un día, sin aguantar ya la curiosidad, la hermana menor le pide al señor Velandia, el dueño de la tienda del pueblo, que la enseñe a leer. Y así, entre granos de arroz, frijol y maíz, la hermana menor aprende. Entonces no sólo podrá conocer el contenido de las cartas, tendrá la posibilidad de contar su historia, un hallazgo mayor. Un libro nacido de la propia experiencia de Irene Vasco, que recorre comunidades remotas en toda Colombia y ha escuchado muchas historias de niñas y mujeres que salieron de esa mudez y empezaron a leer y a escribir. Uno de los muchos méritos de esta publicación es que conserva su tono testimonial y no pretende, como les pasa a muchos libros, disfrazar con una historia el tema que le ocupa: la alfabetización. Claro que hay una historia que, de la mano de las ilustraciones, llenas de pistas, detalles y color, mantiene nuestro interés, pero el centro de la narración es el poder de la palabra. Por eso cada palabra cuenta lo que le corresponde, sin adornos innecesarios, ni frases sermoneras, cursis y vacías, como suele haber en los libros temáticos.

El testimonio se refuerza con otro poderoso testimonio, que cierra el libro, en el que Irene agradece, honra y da visibilidad a las comunidades afroamericanas. Estas mujeres aprendieron a leer con las letras que circulaban a su alrededor, en lugares tan exóticos como los sacos de harina, marcados con los nombres de los molinos, reciclados como rústicos calzones para las niñas. Sin duda, Letras al carbón será un aliado de todos esos promotores, bibliotecarios y maestros que llegan a las personas y a los lugares qué más necesitan hacer oír su voz.

 


3. La hija del espantapájaros

María Gripe. SM, 2013

Luna negra, flor venenosa, nido de culebras: eran las palabras misteriosas que usaba siempre que las cosas iban mal. Loella tiene 12 años y vive en una cabaña en medio del bosque. No va a la escuela, espera el regreso de su madre, cuida a sus dos hermanos pequeños y se ha confeccionado un espantapájaros al que llama Padre Pelerín. No le gusta el contacto con la gente. Sabía perfectamente lo que decía de ella la gente del pueblo. Pero no la molestaba. Que gritaran ¡Malos Pelos! a su paso, si les apetecía. Nadie conseguiría hacerla enfadar. Después de todo, Malos Pelos no era un apodo estúpido. Sonaba a algo peligroso, que daba miedo, y eso le gustaba. Pero todo cambiará en la ciudad, aunque ella siga llevando un bosque salvaje dentro y le parezcan absurdas las costumbres citadinas, se renovará otra esperanza en su cabeza: la de ver llegar a su padre. Entre descubrimientos y reflexiones profundas sobre la vida y las relaciones familiares, la escritura de esta ganadora del Hans Christian Andersen mantiene un suspenso constante, como en esa otra hermosa novela Los escarabajos vuelan al atardecer (SM, 2005), pero aquí la perspectiva de Loella ofrece un retrato mucho más intimista. Su orfandad y su espera nos tocan profundamente, pero la recompensa final calmará a la luna negra, a la flor venenosa y al nido de culebras. Libro sugerido por Guardabosques.

 


4. Concierto de piano

Akiko Miyakoshi. Ediciones Ekaré, 2013

La pequeña Momo (eco de esa otra entrañable heroína) dará su primer concierto de piano. Debe repetirse una y otra vez que todo saldrá bien porque está muy nerviosa. Mientras espera su turno, tras bambalinas, se encuentra con una ratoncita que está pasando por la misma situación: ella también dará su primera función en el gran teatro de los ratones. ¿Quieres venir a verla? —le dice la ratoncita. Momo no está segura, quizá no sea el mejor momento. Tranquila, que todavía falta mucho para que llegue tu turno —le dice la ratoncita. Y entonces Momo la sigue, logra entrar por una puerta pequeña y enseguida descubre un maravilloso espectáculo en miniatura. En este reflejo fantástico de su propia experiencia Momo reelabora su temor y ensancha su universo de significaciones. Los lectores nos maravillamos también con el espectáculo de los ratones y, si se quiere, conseguimos relajarnos de las presiones diarias, pues en Concierto de piano, hay algo de esa ansiedad que sienten les niñes en entornos perfeccionistas. Y si no es eso, basta el miedo que puede causar salir al mundo o cumplir las expectativas de alguien. Para resolverlo y disfrutarlo esta autora japonesa suele atravesar un umbral hacia lo fantástico con niñas pequeñas como protagonistas. También en La merienda en el bosque (Océano, 2013) una niña, que en algo recuerda a Caperucita, corre por el bosque con un paquete hacia la casa de la abuela pero termina en una fiesta llena de animales.

En su más reciente Una habitación en el bosque (Castillo, 2016), otra niña de vestido rojo se muda a una nueva casa y descubre cerca de su jardín unos arbustos que forman una pequeña guarida. ¡Esto es como una habitación!, piensa la niña y, allí dentro, esta vez no encontramos un universo en miniatura ni animales que hablan ni una fiesta, sólo una canasta con un juego de té dentro. La atmósfera misteriosa de Miyakoshi se conserva, en buena parte creada con ese predominante y característico carboncillo, pero aquí las páginas se llenan de color y el encuentro en esa habitación en el bosque es más cotidiano. No por ello menos significativo para la protagonista, que ha adornado con dientes de león y flores blancas la canasta, y espera pronto jugar con la dueña. Una historia más sencilla que la del concierto de piano pero que igual nos hace mirar desde los ojos curiosos de una niña pequeña.

 


5. El bolso amarillo

Lygia Bojunga. Ediciones SM, 2008.

Raquel desea crecer, desearía haber nacido niño en lugar de niña y quiere convertirse en escritora. Guarda esos tres deseos en un bolso amarillo que se va haciendo cada vez más pesado, aunque nadie en su autoritaria familia lo note. Pronto adoptará a otros personajes como ella, marginados, ignorados o incluso perseguidos, como el gallo Alfonso, un fugitivo, y también a un paraguas roto. Los dejará vivir dentro del bolso. Conocemos su rico mundo interno en primera persona, pues Raquel nos cuenta en un tono autobiográfico y por medio de cartas dirigidas a personajes inventados por ella, cómo se siente. Su proyecto de ser escritora avanza a medida que avanza la novela y ella escribe pequeñas historias y va madurando con ellas.

Desde que apareció, en 1976, este libro, ahora un poco olvidado, fascinó a los lectores. La forma en que esta célebre escritora integra realidad y fantasía lo hace a uno dudar si lo que Raquel vive ocurre de verdad o se lo imagina. Y ello enriquece tremendamente la experiencia literaria de los lectores. Una de las pocas ganadoras de los dos mayores premios de la literatura infantil: el Premio Hans Christian Andersen y el Premio Memorial Astrid Lindgren. Imprescindible de biblioteca.

 


6. Cuando sea grande

Magdalena Helguera y Gabriela Burin. Calibroscopio, 2013.

El desparpajo, el ingenio y el humor con el que habla esta niña son contagiosos. Ella ensaya muchos futuros posibles, todo aquello que hará cuando sea grande: inventará una bici voladora, se dejará el pelo suelto y tendrá una casa en un árbol y en esa casa: perros grandes, cinco o seis conejos, un lagarto, tres ratones con lentes y una novia o esposa. No está dispuesta a admitir en su vida de adulta: llaves, documentos, que le crezca el bigote como a algunas mamás, teñirse el pelo o usar peluca ni granos en la frente. Se pregunta muchas cosas sobre la vida de los adultos, piensa y piensa cómo será agarrar un libro gordo de mil páginas y leerlo todo o subir a su auto y saber hacia donde ir? ¿Cómo será / que te llamen por el apellido / y no por el nombre? // ¿Cómo será / ver caer una estrella / y que no te asombre? Las ilustraciones de Gabriela Burin, hechas con recortes de papel de colores, acentúan el humor y la libertad de los versos que animarán más ejercicios de imaginación y alimentarán la risa espontánea de niños y niñas lectoras.

 


7. La artesana de las nubes

Bianca Estela Sánchez. Ilustraciones de Leonor Pérez. FCE, 2014.

Primero escuché este libro. Alguien leyó un fragmento en el radio y sentí que era el canto de un juglar que contaba la larga historia de una niña que hablaba con los pinos blancos, crecía en un sueño y se quedaba sola de anciana. Cuando leí el libro se repitió mi experiencia, pero se extendió porque conocí el destino de esta anciana, la llegada insólita de una nube a su vida y el cálido final. Creció también con las suaves ilustraciones de Leonor Pérez, que crean una atmósfera otoñal y mágica, perfectas para los versos rimados de Bianca Estela Sánchez: Era una niña muy simple: / si no reía, cantaba. / En la tarde los bizcochos / endulzaban sus palabras. // Y en la noche, no dormía, / en vez de dormir, soñaba. / «Carmela, Carmela Caldo», / decía el viento al llamarla. 

Un libro que suena a canción y que nos regala a un personaje femenino entrañable, uno que sin renunciar a la dulzura, a la calma y a la contemplación, teje nubes, como contadora de historias, y revoluciona a su pueblo.

 


8. Sombras en el arcoiris

Monica B. Brozon. Ilustraciones de Guridi. FCE, 2017

Constanza es la gran cómplice de su hermano, Jero. Cuando ella nació, Jero ya tenía seis años y le encantaba darle de comer, cambiarla y arrullarla con su propia versión de Hoy no me puedo levantar de Mecano. Cuando ella creció, les encantaba bailar y jugar con el hornito mágico que le había traído Santaclos a Constanza.

La noche que empieza esta historia, Cons está muy nerviosa. Al fin, Jero le contará a sus papás su secreto, algo que ella ya sabe sobre su hermano y que al parecer a algunas personas escandaliza. Intenta quedarse levantada para ver si escucha algo, pero finalmente se duerme y empieza a soñar con el hornito mágico. El toquido clave que tengo con Jero —un golpe fuerte, una pausa, dos golpes seguidos cortos y luego otro fuerte— se mete un poco en mi sueño. Un momento después, el rechinido de la puerta me saca del sueño, justo cuando muerdo uno de los pasteles que tiene merengue rosa y una cara feliz. En realidad estoy mordiendo una esquina de mi almohada. Es Jero, que la despierta, le da un beso y le dice que todo estará bien. Pero pronto Cons, se dará cuenta que no, no todo estará bien.

Es notable cómo fluye la prosa de Brozon, su habilidad para crear un ambiente tan familiar, lleno de códigos domésticos, pequeños rituales, manías y gestos amorosos, con los que nos sentimos realmente en casa. La mirada de Cons, su narración en primera persona, es una guía perfecta que, con naturalidad, bastante libre de prejuicios, maniqueísmos y artificios adultos, despierta al instante nuestra empatía. ¡Qué espanto tener que querer a una familia así!, piensa, cuando se entera que la familia del novio de su hermano no los acepta como son. Justo en una historia que tiene como eje la tolerancia a la diversidad sexual y el amor fraternal, esa empatía es la clave, con ella, Brozon ensancha nuestro horizonte de pensamiento.  

 


9. Rani, Timbo y la hija de Tláloc

Verónica Murguía. Ilustraciones de Juan José Colsa. Norma, 2016.

La historia de la elefanta Rani, que vive en el zoológico de Chapultepec, y de su amigo Timbo, un gato negro callejero, se cruza un día con la de Cha, una niña mazahua que vende mazapanes y chocolates. Rani quiere ser libre, probar las hojas de baobab y conocer esa ciudad en la que vive, quizá Timbo pueda ayudarla, ¿o será esa niña mazahua que, un día, luego de que un hombre le tirara su caja con dulces, revela su verdadera identidad? Entonces ella se irguió y la luz tembló como cuando hace mucho calor. La niña mazahua se transformó: su piel se tornó azul cielo y sobre su frente se elevó un penacho de altas plumas azules. Chorros de agua le rodeaban las muñecas, como si fueran pulseras, y su falda ya no era blanca, sino verde y bordada de peces vivos, que iban de un lado a otro y se entrelazaban cuando la niña se movía. En sus orejas brillaban adornos de oro. Ya no traía huaraches: estaba descalza y sus pies eran de un azul más oscuro y brillante que el resto de su piel. 

Que los lectores vean su contexto cercano, el de la Ciudad de México, transformado con la magia de los dioses aztecas, es una experiencia nueva y un placer. Así como los lectores ingleses de Harry Potter han disfrutado de su ciudad, Londres, llena de hechizos, ahora los lectores mexicanos también podemos tener un momento en el que la magia renueve nuestra mirada sobre la capital. La propia Verónica Murguía, atenta lectora de Harry Potter, ha dicho que le interesaba explorar ese efecto. Pero consigue más: suma otra maga a esa maravillosa colección de personajes femeninos que dan identidad y potencia a su obra: Auliya; Luned, de El fuego verde; y Soledad o La Loba, de Loba. Un acto de justicia, en forma de encantamiento, que nos recuerda que el lado oculto del mundo también huele a copal. A su paso florecían los cempasúchiles y todas las flores. Las fuentes se llenaban de agua limpia y el aire olía a copal.

 


10. La declaración de los derechos de las niñas / niños

Elisabeth Brami y Estelle Billon-Spagnol. Ediciones Tecolote, Alas y raíces, 2015

Las niñas tienen derecho a vestirse de azul, de negro, de verde militar o de cualquier otro color, el derecho a practicar judo, tiro con arco, box, futbol, esgrima… el derecho a no saber coser ni tejer y a ser desordenadas, el derecho a que les dé asco cambiar el pañal de un bebé o sonarle la nariz… Todas las paginas de este libro son tan buenas que uno desearía que estuviera en cada casa, biblioteca y escuela, y también en la sala de espera del consultorio médico, en los centros deportivos y en el puesto de revistas. Propone un intercambio de roles de lo que se ha definido como identidad femenina e identidad masculina. Heredero del feminismo, este libro podría haber sido publicado en aquel boom de los años 70 en el que autores y pensadores como Adela Turin empezaron a hacer libros para niños con este enfoque. Tres paradigmáticos: Oliver Button es una nena, de Tomie de Paola, Julia, la niña que tenía sombra de chico, de Christian Bruel y Anne Galland; y Rosalinde tiene ideas en la cabeza, de Christine Nöstlinger.

Los niños como las niñas también tienen su lugar en este libro y el derecho a estar limpios, a la moda, bien arreglados, a ser tranquilos y aportarse como angelitos; el derecho a ser tímidos y miedosos y a no ser peleoneros ni fortachones sin que los tachen de «mariquitas». Cada derecho tiene su contraparte y nunca es excluyente pues cada enumeración de derechos está precedida por el «Los niños como las niñas tienen… / Las niñas como los niños tienen…». Cada prejuicio puesto en crisis puede resonar más o menos en los distintos lectores, pero sin duda detonará la conversación y, todavía mejor: los divertirá mucho, en buena parte gracias a las ilustraciones: festivas, alborotadas (y alborotadoras), repletas de acción y de detalles para mirar y buscar, y con las que da gusto ser cualquier niño o niña posible.

 

MÁS HEROÍNAS QUE NOS GUSTAN

Algunas de mi biblioteca y otras de la biblioteca de los jóvenes Guardabosques, el Consejo Editorial Juvenil de Linternas y bosques. Con reseñas de Áurea Xaydé Esquivel Flores, coordinadora del Consejo y colaboradora del blog y Axel Uriel González Pérez, miembro de este grupo. Áurea nos recomienda dos de sus libros con heroínas favoritos: uno publicado ya hace más de 10 años y otro recién salido de la imprenta. Axel despierta nuestro interés en una saga y nos intriga con una maldición veneciana.

 


La domadora de miedos

Guadalupe Alemán. Ilustraciones de Ixchel Estrada. Ediciones Castillo, 2007

Es un hecho científico que no todos los miedos son iguales, así como es un hecho que no es lo mismo sentir miedo que provocárselo. ¿“Provocárselo”? Sí, leyeron bien. El día en que cumple 11 años, Emilia decide que las cosas van a cambiar: por un lado, se autobautizará como Mila (porque los nombres sí se pueden escoger), y por otro, se dedicará a ejercer «la única actividad para la cual se sabía -como siempre- inusitada y bestialmente genial: provocarse miedo” (porque los talentos no se pueden escoger ni tampoco desperdiciar).

¿Por qué alguien querría hacer semejante cosa? Bueno, porque el mundo es un lugar que da muchas y muy buenas razones para temer, pero la diferencia entre el cobarde y el dueño de su miedo es que el primero se quedará petrificado y el segundo se moverá conscientemente en una dirección específica. ¿Miedo a que te peguen, a caerte de las escaleras o a las películas de terror? ¡Pfff! Eso está programado, es lógica natural o es manipulación vil, pero no es Miedo de verdad…. Éste es más cotidiano, más sutil, más omnipresente. Tener famiedo (miedo a la familia), terrotro (miedo a lo otro, lo ajeno, lo extraño), bufonervio (miedo a los payasos), fobiótica (miedo a la vida), eterfinifrete (miedo palindrómico al infinito o a estar solo) es algo que nos asedia todos los días, pero muy pocos entre nosotros saben identificarlos y mucho menos nombrarlos. Eso sí, Lupita Alemán deja muy claro que “domar” no es lo mismo que “superar”, porque, cuando sólo “superas” el miedo, el mundo deja de ser interesante, retador y habitable; por el contrario, “domarlo” es transformarlo, es distender los límites de la imaginación para que el mundo se vuelva un lugar donde sí vale la pena vivir. La historia de Mila y sus amigos no es un manual mentiroso y condescendiente para que aceptemos que debemos adaptarnos a la “vida real”, al contrario, es un fúrico grito para que nunca nos acostumbremos a que las cosas “son así”. 

Áurea Xaydé Esquivel Flores.

 


Graceling

Kristin Cashore. Roca Editorial, 2009

Graceling además de ser el título del libro es el nombre que reciben ciertos individuos que viven en los 7 reinos (continente en el que se desarrolla la historia). Seres talentosos que poseen una “gracia” o habilidad que los puede hacer veloces como el viento o capaces de predecir el tiempo o en su defecto aguantar la respiración por mucho tiempo o incluso hablar al revés. En este contexto se nos relata la historia de Katsa, sobrina de uno de los siete reyes cuya gracia es “Matar”.

El libro es bastante interesante ya que nos habla de cómo los “graceling” sufren discriminación y cómo son usados como herramientas más que como humanos. El personaje de la protagonista nos habla de una búsqueda de identidad, lo que, sumado a la ágil escritura de Kristin Cashore, nos envuelve fácilmente en esta intensa historia de autodescubrimiento

Axel Uriel González Pérez

 


La caída del Black Shark

Soffi Guido. Ilustraciones de Diana Peredo. Pearson, 2017

Digamos las cosas como son: ser nini, en la actualidad, es ser una especie de apestado social; se acerca el nini y la gente lo rechaza con desdén y quizás con miedo a que se le pegue la improductividad. El que NI estudia NI trabaja sólo es eso, no hacen “nada” y a la gente no le importa por qué. Pero muchísimas veces, el problema no es que uno no quiera estudiar o trabajar, sino que alguien más quiere obligarte a dedicar tu vida entera a algo que no elegiste, que te hace miserable o, simplemente, no te lo permiten (porque hacen inhabitable el espacio escolar o laboral o porque ni siquiera te dejan entrar).

Así vive Aurora, una nini de 19 años que, por querer ir a un concierto de su banda favorita, acepta ser niñera de Jessica, una “cuarentona de 10 años” (porque la niña tenía la edad, pero por ningún lado se le veía la niñez). Lo que comienza como un simple medio para conseguir dinero fácil se convierte en un viaje donde la Ciudad de México es más personaje que escenario: en las idas al tianguis, al metro, al parque, a Chapultepec, a las luchas o al buffet chino, se revela esa ciudad que vivimos todo el tiempo pero que ya no vemos como parte de nuestra identidad sino hasta que se ve retratada en un libro; una ciudad donde, a pesar del gentío, las cabezas de cerdo y los rateros furtivos, es un hogar muy querido que Aurora comparte con Jessica, y también con su mejor amigo, Gumer, un chico encantador que sabe cocinar, coser, maquillar, bailar y siempre la salva de cualquier aprieto. Hay libros juveniles que tocan temas juveniles y que, al final, suenan más falsos que el discurso de un político en plena campaña electoral; pero también hay libros juveniles que desde el principio te hablan como si fueras un viejo amigo que no veías desde hace mucho, que te hablan de lo que le pasa porque necesita decírselo a alguien aunque no siempre sea agradable, pero siempre con honestidad. Este libro es de ese tipo.

Áurea Xaydé Esquivel Flores

 

La maldición veneciana

Janine Wilk. Ediciones SM, 2014

Este es el primer libro traducido al español de la alemana“Janine Wilk, una novela de terror claramente influenciada por autores como Lovecraft y Stephen King. Nos narra la aventura de Francesca Medici, la última heredera del apellido de una de las familias más importantes del renacimiento, quien durante Navidad es invitada por su abuela a Venecia. Sin embargo, a medida que Francesca pasa los días en Venecia empieza a sufrir una serie de pesadillas donde un monstruo con una máscara blanca y grandes garras quiere atraparla. Es en ese momento cuando su abuela decide contarle el gran secreto familiar: su familia sufre una maldición que puede acabar con toda Venecia.

La maldición veneciana es un libro corto que funciona perfectamente como entrada para que los adolescentes entren al vasto mundo de la literatura de terror, ya que con su historia y personajes bien construidos, en especial Francesca, nos logra atrapar sin dejar ni un cabo suelto.

Axel Uriel González Pérez

 

30 ilustraciones de 30 personajes femeninos en la Revista Babar

Ilustración de portada de Akiko Miyakoshi

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