La mirada traza una línea imaginaria que nos separa de los otros. Vemos a los demás ajenos y lejanos, allá. Identificamos diferencias y nos detenemos, desviamos el curso, caminamos atrás. La vista nos coloca afuera, cubre de adjetivos los rostros.

La escucha, en cambio, aunque deba pasar la frontera del acento o de otro idioma, nos acerca, sucede adentro, provoca un aquí.

Escuchamos las historias, las canciones, los recuerdos, la esperanza de las personas que dejan su hogar y buscan una nueva casa (para siempre, por un tiempo, sin saber cuánto, ¿y cuándo podrán llamarlo hogar?) y de inmediato están dentro de nosotros, sus voces resuenan dentro de nuestro cuerpo, literalmente, son ondas sonoras que viajan en el aire e ingresan por nuestro conducto auditivo hasta el tímpano; somos, por un momento, su casa, la casa de sus voces.

Suena poético, lo es. Sabemos que al escuchar y responder un saludo o preguntar un nombre y decir el propio, se abre un espacio íntimo, común, invisible pero con un efecto muy concreto y esencial: sentirse bienvenido, bienvenida, y un efecto, quizás, algo paradójico, pues ese espacio invisible que permite la escucha, visibiliza al otro.

Por eso, al trabajar con personas que migran, de paso en Tijuana, los mediadores de lectura Jazmín Lozada y Miguel Ochoa, afirman que antes de abrir un libro y leer «Había una vez», empiezan diciendo: «Cuéntame tu historia porque quiero recordarte». Su escucha es la bienvenida, borra la línea imaginaria que traza la mirada. La escucha guía a la mirada, la transforma, hace que los ojos se encuentren. Es un encuentro, espacio, finito, pero puede fijarse en la memoria, significar, reforzar, cambiar, liberar… Sobre todo si volvemos a su dimensión poética. Si la escucha es espacio, puede ser «espacio poético», el espacio de creación, imaginación, lectura, que describe Graciela Montes en La frontera indómita (FCE, 2001). Lectura.

La escucha también se lee.

Por eso, Nora Obregón, otra mediadora muy comprometida con poblaciones migrantes, en Monterrey, selecciona literatura de tradición oral, adivinanzas, nanas, dichos, retahílas, palabras de Honduras, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Venezuela, que resuenen en las personas a las que lleva libros de su Sala de Lectura itinerante, Acordes Cotidianos. 

«Se trata de ‘habilitar su textoteca interna’, como lo propone Laura Devetach. Pueden traer, a través de las palabras, a su comunidad, su casa, su gente», me cuenta Nora, y agrega algo que le dice Bryan, un joven salvadoreño huyendo de los maras, en una sesión de lectura: “Es como tener aquí, con nosotros, lo que dejamos allá, y eso nos hace fuertes”.

Eso le enseña también la sabia Mamá Lochi a su nieta Emilia en la extraordinaria novela Cuando llegues al otro lado de Mariana Osorio Gumá (Grijalbo, 2019): «Lo que te quiero contar es lo que te voy a dejar de mí, del misterio, mi herencia. Sólo te va a servir cuando estés lejos (…), lo vas a recordar cuando te sientas bien perdida en mitad de ningún lado (…). Vas a cargar contigo la historia de tu familia, la mía, la del cerro mismo que es tu casa. La de tus ancestros, aunque no la sepas. Y un día, cuando me extrañes y sientas que vas a olvidarme, te vas a sentar a dibujarla en papeles, para que otros la conozcan…».  Y Emilia lo hará, más adelante en su historia, dice: «Al contarme aquello [sus recuerdos], mi abuela me hacía su olla de barro, su cacerola de peltre para que se los guardara…».

Las palabras familiares van a parar a la «olla de barro» de la memoria del que lee.

Puede ocurrir también que sea un libro el que hable primero en una sesión de lectura (sin duda son un camino para empezar a entablar una relación de confianza y demostrar la calidad de nuestra escucha) y nombre realidades, funcione como espejo, haga hablar después al que no quería contar o no sabía nombrar. Como la niña o el niño que en una Casa del Migrante se encuentra con el álbum Dos conejos blancos de Jairo Buitrago y Rafael Yockteng (Castillo, 2015), que narra la historia de una niña y su padre en su camino de Sur a Norte, en diferentes transportes, incluida La Bestia, o Antonia va al río de Dipacho, donde un grupo heterogéneo de personas deja su hogar, cruza un río y continúa, ya sin uno de los personajes, por carretera. Quizá niños, niñas, jóvenes y adultos migrando se sientan identificados y pasen la página, menos solos.

Ninguna de estas publicaciones oculta el entorno y las dificultades, pero el tratamiento es suave, cuidadoso, y deja mucho espacio para que los lectores concluyan lo que prefieran. 

Escuchar la historia, borrar la línea, pasar la página… y escribir la propia.

La escucha atenta abre espacios de escritura. Conversar la historia propia y luego escribirla, ayuda. La escucha también se escribe.

Nora Obregón sigue en contacto con las distintas personas migrantes con las que leía, lo hace por videoconferencia o por WhatsApp, y está reuniendo sus relatos para participar en la serie de publicaciones digitales «Relatos de la Cuarentena«, una convocatoria abierta lanzada por la Editorial Universitaria de la UANL y Tresnubes Ediciones.

«La cuarentena paró nuestro viaje. Al salir de la misma, retomaremos el camino, en nombre de Dios, con mi familia», empieza escribiendo Lissy, de 23 años, originaria de Guatemala, que viaja con su esposo, de 25, y su hijo de 3. La mayoría de las historias que recopila Nora expresan esa frustración por no poder avanzar, no llegar aún a Estados Unidos.

«Es muy difícil para ellos, atraviesan una doble incertidumbre: la de su situación de migrantes y la de la pandemia», me comparte Nora, mediadora que también fundó, al lado de María Esther Pérez Feria, la RedLeemos. Lecturas en movimiento y solidaridad

Según un informe presentado a principios de julio por el Seminario Universitario de Estudios sobre Desplazamiento Interno, Migración, Exilio y Repatriación (SUDIMER) de la UNAM, en conjunto con organizaciones de defensa de los derechos humanos, hay más de 100 mil personas migrantes en este momento en nuestro país en «condiciones de riesgo de contagio y violación de derechos». «Nos preocupa especialmente la presencia de miles de niñas, niños y adolescentes acompañados y no acompañados (…), cuyo interés superior también es permanentemente omitido en las consideraciones de las autoridades mexicanas», denuncian.

Nora y muchas mediadoras sensibles a esta difícil situación y desamparo de las autoridades, siguen escuchando a distancia, reuniendo víveres, leyendo, promoviendo la escritura como desahogo. María de la Luz Posada, mediadora en la Casa del Migrante de Saltillo, no ha dejado de compartir lecturas a través de Facebook y Zoom. Desde Tapachula, Chiapas, usando las redes sociales, WhatsApp y una estación de radio local, debido a la contingencia, Claudia Sánchez, otra mediadora muy comprometida con poblaciones en tránsito y además con comunidad sorda, igualmente fomenta la escritura creativa.

En Palabras de Caramelo de Gonzalo Moure (Anaya, 2002) un niño sordo, solo lee los labios, pero quiere aprender a escribir su nombre: «Kori» y los poemas que le susurra su amigo Caramelo: «El camello le hablaba de las vastas praderas que había más allá de la arena y las piedras pero Kori no podía escribir ‘ríos frescos’ ni ‘mares de hierba’. ¡Era injusto que no pudiera escribir las palabras de Caramelo!». Kori terminará siendo poeta. 

Con su habitual dominio de la prosa poética, Moure escribió esta breve y conmovedora novela situada en Smara, un campamento de refugiados sahauri en Argelia, inspirado en los viajes que cada año realiza a este sitio y, en particular, en su amistad con una niña sordomuda llamada Fatimetsu. 

Otros libros, otras formas de escucha, en el contexto de lectura con personas que migran en el que enmarco esta nota, como Cuando llegues al otro lado, son una oportunidad para sensibilizarnos más como mediadores y para sensibilizar a otros que ignoran esta realidad o recubren de prejuicios a quienes la atraviesan. 

Mariana Osorio Gumá, quien en Tal vez vuelvan los pájaros (Ediciones Castillo, 2013) ya nos había hablado del exilio de Chile a México de una niña y su familia, provocado por la dictadura militar y basado en su propia historia, en Cuando llegues al otro lado nuevamente narra un exilio, pero el de dos hermanos adolescentes que salen de Amatlán rumbo a Estados Unidos tras la pista de su padre. Osorio no lo vivió en carne propia, no es la recreación detallada y cruda de un viaje particular, como lo hizo Sonia Nazario en la emblemática La travesía de Enrique (Random House, 2006); su ejercicio es literario, no periodístico, pero resultado, es evidente, de una escucha muy atenta a historias de jóvenes migrantes y de una exploración constante en el lenguaje y reinvención como escritora (quehacer inusual). Se siente como si Mar, la niña protagonista de Tal vez vuelvan los pájaros, hubiera continuado su viaje hacia el Norte después de llegar a México, pero con otra voz, menos inquieta y rica en aliteraciones, palabras inventadas y juegos poéticos, ahora más temperada y sostenida, igualmente lírica y coloquial.

«El más allá no está más allá. Está aquí mero», le dice Mamá Lochi a Emilia, tratando de enseñarle a las ánimas escondidas entre las piedras, el brillo que emanan las semillas y el crujido de las sombras (hay ecos nítidos, por supuesto, de otra novela suya Escucha las sombras bajo el palmar (Castillo, 2016)). Una voz en tercera persona narra el viaje de los hermanos, cuyo clímax será una catártica vindicación infantil, el triunfo de los niños y niñas migrantes sobre un grupo de criminales. Y la voz de Emilia, que aprende a «dibujar palabras», narra la vida antes de llegar al punto de partida, una vida principalmente al lado de su abuela (y es sobretodo la vida mágica y rebelde de la abuela la que cuenta) que pone en relieve esos pasados diversos, infancias (tantas veces truncadas) que deja atrás la persona que migra.

Es en el asombro del cómo decir, como si cada frase fuera parte de un encantamiento, donde se halla la médula de la tensión narrativa y lo que nos toca como lectores. Aunque Osorio Gumá abre y cierra cada capítulo apretando más y más la trama, y uno quiere genuinamente revelar las historias pues siente cercanos a los personajes, no explota dudas fáciles para enganchar (¿qué pasó que los hizo irse? ¿pueden volver? ¿quién ese ese padre al que buscan?). El tono es tan afinado que recuerda a Elena Garro y a José Revueltas, aunque algunas descripciones y personajes parecieran más salidos de un cuento de hadas o parte del viaje iniciático de una heroína de fantasía, como las de Verónica Murguía o Nahoko Uehashi, o extensión de ese peregrinar espectral que es La noche de las cosas de Laura Escudero (Babel, 2017).

Se nota que fue una escucha atenta y depurada, Osorio empezó a escribir la novela hace 20 años. Los personajes, muy personas, claramente son parte de su vida y se quedarán en la vida del que los lea, ensanchando su interés en esta crisis global. 

Es la propia vida, la historia familiar, su raíz, incluso otra lengua, la que María Teresa Andruetto recrea en Stefano (Castillo, 2013): «Al atardecer, se cobijaron bajo el alero de una iglesia, sacaron unos panes y Ugo una petaca de vino. Stefano sintió el fuego del vino arrasando la garganta, su resaca en el pecho; pensó que su madre estaría pensando en él. Ugo tomó la acordeona y cantaron hasta quedar dormidos: Ciao, ciao, ciao, / morettina bella, ciao, / ma prima di partire / un bacio ti voglio dar… // Mamma mia dammi cento lire, / che in America voglio andar, / che in America voglio andar».

Aquí, otro adolescente, inspirado en el padre de la autora, emigra de Italia a Argentina después de la Primera Guerra Mundial, deja todo un universo para fusionarse a otro. Es ahora el hijo el que se va y la madre que se queda: «Ella preguntó: ¿Regresarás? Y él contestó: En diez años. Después, lo vio marcharse y no hizo un solo gesto. Distinguió, por sobre la distancia que los separaba, los pantalones un poco grandes, el pelo de niño ingobernable, la compostura todavía de un pequeño. Sabía que correría riesgos, pero no dijo una palabra, la mirada detenida allá en la curva que le trabaja al hijo».

La memoria de Stefano, nostálgica y crítica, y tan bellamente escrita, hace que el lector quiera regresar y escribir su propia memoria.

Dice Andruetto: «Si un libro es un modo de conocer, una manera de penetrar en el mundo y buscar el sitio que nos corresponde en él, Stefano me permitió recuperar la sensación de hambre, desarraigo, extrañamiento, de hombres y mujeres que, tal como los que hoy se marchan, ayer llegaban buscando una vida mejor».

Insisto en que estas dos novelas servirán más para aumentar la empatía del que trabaja con migrantes o para quienes deseen comprender más este fenómeno y sumarse o para quien ya haya pasado por una migración; también para crear colecciones de libros que dialoguen y abran conversaciones o pensar en ejercicios de escritura autobiográfica.

Para las personas que atraviesan por esa situación en presente, quizá sea más «seguro» leer palabras que no resuenen tan directamente con su realidad, usando metáforas, como en Eloísa y los bichos (otro título muy querido de Jairo Buitrago y Rafael Yockteng, El Jinete Azul, 2012) o sencillamente cualquier libro esperanzador bien escrito e ilustrado. Algunos dicen que toda historia es la historia de un encuentro, de una búsqueda, de un viaje hacia otra cosa, así que muchísimos libros pueden ser buena oreja. 

La escucha entonces traducida en selección de lecturas diversas, para espejear o escapar, para acompañar, compensar, animar, abrir un espacio poético… y un «espacio seguro», esta es la promesa particular de la red internacional impulsada por la académica Evelyn Arizpe, Literatura infantil en contextos críticos de desplazamiento.

«Las historias crean espacios seguros. Para los niños y jóvenes desplazados, las historias traen consuelo, tejen el presente y abren una ventana hacia el futuro», es la idea central de esta red, así se lee en su página. Allí recomiendo especialmente la sección de Herramientas, que contiene una serie de descargables con actividades valiosas para mediadores en contextos difíciles, la mayoría puede adaptarse a las lecturas que, por la pandemia, actualmente se realizan de manera virtual.  

En una entrada próxima reseñaré más libros que migran de distintas formas. Como las palabras.

Las palabras migran de la boca a la oreja (la voz es movimiento). La escucha es el destino natural de las palabras. Para Nora Obregón, que también tiene un proyecto de lectura inclusiva llamado Todas las voces, cada encuentro, aunque sea virtual, debe propiciar «un intercambio de haberes y saberes mutuo». 

Escuchar para creer… que es posible borrar líneas, pasar la página juntos y nutrir espacios poéticos personales, seguros, mundos internos como hogares que tengan siempre la puerta abierta.

 

 

LEEmigramos. Historias que cruzan.

Dos autores de los libros reseñados aquí, Mariana Osorio Gumá y Gonzalo Moure, así como una de las especialistas mencionadas Evelyn Arizpe, participarán en este encuentro organizado por Fundación SM e IBBY México en colaboración con el Centro Cultural España en México (CCEMx) y el Comité de Libros Infantiles y Juveniles de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana. Su objetivo es «sensibilizar sobre las causas y consecuencias del fenómeno migratorio a través de un abanico de actividades lúdicas, literarias y artísticas para niñas, niños, jóvenes, familias y público general». Si lees esta nota después de los eventos puedes verlos grabados en: youtube/ccemx

Estos son los demás libros que también detonarán discusiones o de los que habrá narraciones en voz alta. He reseñado aquí La noche más noche de Sergio Andricaín y Quim Torres y Ella trae la lluvia de Martha Riva Palacio con ilustraciones de Roger Ycaza, ambos de Ediciones El Naranjo.

Programa

Viernes 31 de julio

16h // Inauguración 16:30h // Conversatorio: Los migrantes ante la emergencia sanitaria por COVID-19

Sábado 1 de agosto 

11h // Taller de 4 a 12 años: Fábrica de tarjetas felices, para días increíbles 17h // Taller de 16 a 20 años: Los rostros que partieron nunca se van. Con registro previo HAY LUGARES

Domingo 2 de agosto

11h // Taller de 7 a 12 años: Maletas imaginarias. Con registro previo CUPO LLENO 17 h // Taller de 9 a 13 años: Mi árbol de familia

Del 3 al 8 de agosto

9:55h y 16:55 // Biblioteca de Narrativas

Lunes 3 de agosto

10h // Narración para niños y niñas de 5 a 7 años: «Dear Primo/Querido Primo» de Duncan Tonatiuh 11 h // Taller de 7 a 13 años: Las plantas también migran. Con registro previo CUPO LLENO 17h // Conversatorio: Tan cerca y tan lejos del mal humor

Martes 4 de agosto

10h // Taller de 7 a 12 años: Mi paisaje favorito 11h // Narración: «Ana la menonita migrante» de Maxine Trottier 17h // Charla: «La noche más noche: una historia de migración» con Sergio Andricaín 18h // Charla:  «El viaje a la nada» en voz de su autor, Alfredo Ruiz Islas

Miércoles 5 de agosto

10h // Narración: «El viaje» de Francesca Sanna  11h // Taller de 7 a 13 años: Una bola de bichos a partir de «Eloísa y los bichos». Con registro previo HAY LUGARES 17h // Charla: Cuando los cambios nos dejan en silencio a partir del libro «Le comieron la lengua los ratones» de Silvia Molina 18h // Charla a partir del libro «La distancia entre nosotros» de Reyna Grande

Jueves 6 de agosto

11h // Conversatorio para jóvenes y adultos: “Historias que cruzan: Una mirada al desarraigo desde el arte y la literatura” con Gonzalo Moure y Gabriel Pacheco 17h // Lectura en voz alta. Papás se separan y algo se rompe: “Allá y aquí” 18h // Conversatorio para jóvenes y adultos: «Ella trae la lluvia: Monstruos, archipiélagos y travesías» con Martha Riva Palacio Obón y Adolfo Córdova

Viernes 7 de agosto

11h // Charla para jóvenes y adultos: La literatura como un derecho con Lolita Bosch a propósito de su libro «Negra noche» 17h // Conversatorio para jóvenes y adultos: Historias que cruzan: Una mirada al desarraigo desde el arte y la literatura con Mariana Osorio Gumá, Elena Climent y Rodrigo Morlesín.

Sábado 8 de agosto

11h // Charla para jóvenes y adultos: Historias que cruzan: Arte y cultura en los espacios en crisis con Evelyn Arizpe, Mónica Zarate y María Esther Perez-Feria  17h // Taller de 16 a 20 años: Somos migrantes. Con registro previo HAY LUGARES. 18h // Conversatorio para adultos: Biblioteca de Narrativas con Cecilia Espinosa, Lourdes Epstein y Robert Irwin.

Domingo 9 de agosto

12h // Espectáculo infantil: Swing de los insectos con Norma Torres

También puede interesarte

Ella trae la lluvia y el encuentro con el otro. Migraciones y refugios en libros para niños y jóvenes

Infancia, dictadura y migración

Exiliaditas, ese pequeño y gigante… ¿Te acuerdas?

Tarjeta informativa de la propuesta e informe presentado por el Seminario Universitario de Estudios sobre Desplazamiento Interno, Migración, Exilio y Repatriación (SUDIMER) en relación a la población migrante y solicitante de asilo en México durante la pandemia del Covid-19:

¿#QuédateEnCasa? ¿Dónde se quedan las personas migrantes? 

Decimos #QuédateEnCasa, pero ¿dónde se quedan las personas migrantes? Muchas de ellas a medio camino en su viaje, a punto de llegar, esperando una resolución, pero sin casa, trabajo ni red de apoyo, ¿dónde se quedan las que ni siquiera pueden regresar a casa porque la perdieron o porque no es segura? Más que nunca las personas migrando necesitan nuestro apoyo. Escucha testimonios y lee historias de personas que migran para sensibilizarte de su situación. Contacta a algún albergue en tu localidad y apoya. Aquí algunos albergues, refugios o casas en México. Busca lo que hay en tu país. 

TABASCO: La 72, Hogar – Refugio para Personas Migrantes: la72.direccion@gmail.com, www.la72.org, Facebook: La 72 Hogar Refugio Para Personas Migrantes.
VERACRUZ: Comedor “La Patrona”: lapatrona.laesperanza@gmail.com, laspatronas@lapatrona.org.mx, leroga10@gmail.com. CDMX: Albergue Tochan: casatochan@gmail.com, Facebook: Casa Tochan.  AGUASCALIENTES: Casa Migrante Camino a la vida: C. 449 280-1567, eduardopeoc@hotmail.com, Facebook: Casa Migrante Camino A La Vida.  JALISCO: Comedor FM4 Centro de Atención al Migrante (CAM): T. (33) 33 30 03 06, http://www.fm4pasolibre.org/, contacto@fm4pasolibre.org Facebook: FM4 Paso Libre  BAJA CALIFORNIA: Instituto Madre Assunta, A.C. (Albergues para mujeres y niños migrantes): T. (664) 683 0575, assunta_tj@yahoo.com.mx, galvan.mary@gmail.com, Facebook: Centro Madre Assunta  COAHUILA: Casa del Migrante de Saltillo [Frontera con Justicia, A.C.]: T. 844 111 3273, migrantepedro@hotmail.com, direccion@cdmsalt.org, vinculacion@cdmsalt.org, Facebook: Casa Del Migrante de Saltillo  NUEVO LEÓN: Casa del Forastero Santa Martha: T. (81) 8372 3355 mt1532@gmail.com / CASA INDI: T. 81 8374 7221 
 

Entrada No. 201

Autor: Adolfo Córdova. Ilustración de portada de Karina Cocq para Al principio viajábamos juntas (Ediciones Castillo, 2019). Fecha original de publicación: 31 de julio de 2020.

6 Comentarios »

  1. Querido Adolfo Córdova, aquí en Saltillo, los Migrantes, José Luis y yo estuvimos muy contentos con tu acompalamiento, tus lecturas y tu conversación.
    Y una vez más mi tema de protecto se refleja.
    «La lectura como herramienta para fortalecer la RESILIENCIA en los migrantes»
    que en estos tiempos es fortalecer la resilencia no solo en los migrantes, sino en toda la humanidad

  2. Muchas gracias querido Adolfo por tu comprometida labor y por incluir nuestras experiencias. Qué buena selección de libros acompañada de tus maravillosas reseñas. Siempre aprendemos tanto de tus entradas. Me encanta que un escritor tan sensible y tan completo, de voz a las poblaciones que migran.

    • Nora querida, muchísimas gracias a ti por la entrevista y toda la información que me compartiste. Somos muchos los que admiramos y seguimos tu trabajo tan verdaderamente humano. Ojalá que más gente que lea la nota se sume al apoyo y a la escucha para visibilizar el tema y que quienes ya lo hacen encuentren quizá algún libro o idea que los ayude en su práctica. ¡Abrazo enorme y, de nuevo, muchas gracias!

Comparte tu opinión, deja un comentario.