Papa tatuado interiores
Sergio Mora para «Papá tatuado» (A buen paso, 2009).

“Para hacerte reír”, dicen Diego y Paola; “para cuidarte y quererte”, dice Luz; “para jugar, bailar y leer”, dice Alejandra; “para abrazarlo”, opina Patricio, y “para que me abrace”, pide Jonathan; “para trabajar y comprar las medicinas”, dice Ariadne; “para ayudarte con la tarea y contarle tus secretos”, dice Juan Antonio; “los papás sirven para quererlos”, dice María Fernanda.

Cuando les pregunto «¿un papá? ¿para qué?», los niños y niñas de la primaria Ricardo Gómez en la Ciudad de México, dibujan y escriben en una hoja una respuesta adornada con corazones, nubes y globos. Dicen “Te quiero papá”, “Gracias por llevarme al Bosque de Chapultepec”, “No puedo describirte con palabras. Te amo”, “Somos muy compatibles y casi pensamos igual”.

Algunos lo comparan con Spiderman otros, como Alejandro, hacen poesía: “Mi papá es como el café con azúcar. Me quiere, me dio la vida”.

Dar la vida, proteger y proveer son algunas de las respuestas que más se repiten. Se trata del rol biológico y las funciones que tradicionalmente se le asignan al padre, dice Miguel Kolteniuk, psiquiatra y psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Mexicana.

Pero desde el punto de vista psicoanalítico, Kolteniuk coincidiría más con Mayra de cuarto de primaria: “Los papás sirven para ayudar a las mamás” y con Valeria “y llevarnos al parque y al circo”.

“El padre principalmente tiene la función de ayudar al hijo a irse separando e independizando de la madre, porque a pesar de que el nacimiento los separa, psicológicamente la madre y el bebé no están separados, hay una dependencia en todos los niveles. Ayudar al hijo a adquirir poco a poco una mayor autonomía e individuación es la función primordial del padre”, explica Kolteniuk.

Mi papá Browne 3
Anthony Browne, «Mi papá» (FCE, 2002).

Una segunda función, consecutiva de esta primera, continúa el especialista, es acercar al hijo o a la hija al mundo social, a desarrollar habilidades, destrezas y funciones de comunicación e intercambio que implican cada vez más autonomía.

“Y una tercera función principal es la de instaurar lo que se llama la ley, el orden moral del mundo, que lo enseña a ser un sujeto de obediencia a las normas morales y legales que constituyen la base del funcionamiento social”, dice Kolteniuk.

Aunque esta tercer aspecto choca con la mirada feminista que nos ha enseñado que ese «orden moral del mundo» suele ser patriarcal y machista. No digo que no haya padres feministas, pero sin duda, no son comunes.

“Para explicarnos lo dura que es la vida”, “para ver la boleta de calificaciones”, “para enseñarnos a manejar”, “para comprarme los zapatos”, “para ir a acampar”, “para atrapar arañas y alacranes”, “para darte muchos besos”, “para cargarte la mochila”, “los papás te mandan a bañar”, continúan los niños y niñas, expertos todos en la función de los papás.

“Y aunque algunos de nuestros papás no están con nosotros, sabemos que nos quieren como nosotros a ellos”, explica Julia.

 

Y EN LA LIJ ¿DÓNDE ESTÁN LOS PADRES?

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Gabriel Pacheco, «El libro de la selva (Sexto Piso, 2012).

Padre Lobo, con infinita paciencia, le enseñó el significado de todo lo que le rodeaba en la Selva: un mínimo crujido bajo la hierba, un soplo de aire en la tibieza de la noche, el ulular del búho sobre su cabeza, los distintos ruidos que hacen los murciélagos cuando se detienen en un tronco a descansar, el menudo chapoteo de un pez cuando salta en una balsa. Todo encerraba para él un significado. 

El libro de la selva, Rudyard Kipling.

Abandonado en la selva, Mowgli es criado por tres padres: Padre Lobo, padre oso, Baloo; y padre pantera, Bagheera. Le sobran padres. En la literatura infantil y juvenil actual, faltan.

Basta mirar alrededor.

No solo escasean en los congresos, seminarios, talleres y charlas de LIJ, también hacen falta más libros ilustrados donde se les retrate. Las madres abundan (con sus gracias o carencias, pero están), los libros con padres presentes son inusuales. Con figuras paternas positivas, más.

Tal vez por eso muchos acentúen su singularidad desde el título (con el “papá” incluido): “Papá tatuado”, “Papá escapó con el circo”, “La barriga de papá”, “Mallko y papá”, «Papá y yo, a veces».

Mi papá Browne
Anthony Browne, «Mi papá» (FCE, 2002)

La LIJ arrastra el prejuicio de que como la educación de los hijos e hijas es tarea de las madres, naturalmente, el arte destinado a niños y niñas, también es algo de lo que deben ocuparse las mujeres.

¿Cómo se representan esos padres ausentes, o no, en los libros, los lugares comunes sobre lo masculino y lo femenino, los roles en casa, la relación con los hijos e hijos y con la propia literatura…?  El tema está lleno de preguntas que es necesario abrir.

Hay, claro, buenos ejemplos de padres presentes en la literatura. He aquí algunos. Sirva leerlos, pensarlos y disfrutarlos con papá.

 

Malko y papáMallko y papá, Gusti, Océano, 2014.

Es una de las sorpresas editoriales del año pasado. Ya desde el congreso de la Organización Internacional para el Libro Juvenil, IBBY, en México, Gusti presentaba una charla conmovedora, divertida y franca sobre el proceso creativo del libro, y el proceso íntimo de aceptar a su segundo hijo. La promesa de una publicación excepcional se cumplió. Página a página leemos muchas miradas: la del padre sobre su recién nacido con síndrome de Down, que termina tirando los prejuicios y dejando solo un título: el de «hijo»; otra mirada, por supuesto, la de Mallko, superhéroe, rey, filósofo, dibujante de autos y contorsionista; la de la Anne, la amorosa madre que no tiene miedo; la de su hermano, Théo, que dice que Mallko es su «mejor hermanito»; la de los amigos y familia que envían fotos, imágenes… Y así, con dibujos a cuatro manos, pequeñas historietas, rayones, poesía y palabras tachadas, Gusti da testimonio de una relación que replantea el orden de lo «normal». Un libro que muestra a padres e hijos como bocetos perfectos, una especie de bitácora de explorador sorprendido y feliz. Gusti dice que solo quiso «contar el día a día con todos los colores». Mallko grita: «¡PUM PUM PAM PUM!». Y el libro se queda sonando y resonando.

Muy recomendable esta charla y presentación del libro de Mallko:

http://www.youtube.com/watch?v=bXY-0vWZhbQ

 

untitledPapá tatuado, Daniel Nesquens y Sergio Mora, A buen paso, 2009.

La piel de papá es un territorio de historias extraordinarias: tienen el tono heroico y aventurero del buscador de tesoros, del valiente con suerte, del forajido, del pirata. Él vive en el mundo exterior, viaja y enfrenta a tigres y arañas gigantes.

Una charla entre un niño y su padre, cubierto de pies a cabeza de tatuajes, como pretexto para contar muchos pequeños e insólitos cuentos, y reforzar un vínculo paternofilial indeleble, tatuado.

La prosa de Nesquens y las ilustraciones de Mora mantienen la conversación en el mismo nivel: de literatura y plástica con todas sus letras (y formas). 

Lee un fragmento: http://www.abuenpaso.com/libro/papa-tatuado

 

Mi papá Browne portadaMi papá, Anthony Browne, FCE, 2002.

Un clásico de la figura paterna idealizada y anhelada por el pequeño lector. Casi un libro homenaje. Página a página vemos a un papá todopoderoso desde los ojos del hijo: «No le tiene miedo a nada», «Es fuerte como un gorila pero suave como un peluche». El niño es feliz, el papá lo ama.

Las referencias a otros cuentos de hadas, películas y libros del propio Browne, tan del estilo de este autor, dan un toque singular al libro que, sin ellas, tal vez sería demasiado meloso, algo simple; aunque probablemente, en el árido panorama de publicaciones con figuras paternas positivas, esa sea también la fuerza del libro. 

 

Papá y yo tapaPapá y yo, a veces, María Wernicke, Calibroscopio, 2013.

Intermitente, pero está. Ni blanco ni negro, gris. A veces la hija quiere estar con él, pero él no. A veces, el padre quiere estar, pero ella está ocupada. Se acompañan, se dan la espalda, se observan, entre silencios y enunciados y páginas que dejan mucho espacio, para que el lector termine de construir la relación. Tal vez, las piezas que faltan entre ellos dos surgirán de la propia historia del que lee y reconoce que también tuvo muchos «a veces» con su padre. Tal vez, otras piezas para leer (armar) esta relación surjan de las imágenes que Wernicke traza con elegancia, sin explicar más de la cuenta, pero sin ambigüedad, porque lo que cuenta es muy profundo y sabe que para ver el fondo, el agua debe estar clara. 

 

Y más en esta entrada: Tras los pasos de papá: crecer con libros que buscan al padre.

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