El dolor reclama justicia. El dolor reclama la verdad. Para los antiguos griegos el antónimo de olvido no era memoria, era verdad.

Juan Gelman

A un año de la desaparición forzada de los 43 estudiantes, y a propósito de la serie de entregas sobre terrorismo de Estado y libros para niños y jóvenes en este blog, pedí a escritores de LIJ que compartieran una reflexión. Ellos, que han vivido de cerca esa compleja y violenta realidad y que han escrito novelas, cuentos o ensayos que ofrecen una manera de abordarlo, de hablarlo. ¿Qué puede enseñarnos la experiencia chilena, argentina, colombiana, uruguaya a los mexicanos? En estos momentos en los que ni siquiera a los sobrevivientes ni a las familias de las víctimas se les ofrece una atención digna. Coinciden los testimonios: hay que seguir buscando, exigiendo verdad, preguntando en sociedad: ¿dónde están? o ¿a dónde se los llevaron? ¡Vivos los queremos de vuelta!

 

Paula BombaraPAULA BOMBARA:

Como familiar directa de un desaparecido, puedo entender la desesperada incertidumbre de las familias de los chicos de Ayotzinapa. Cada día sin saber duele. Te diría que el tiempo cambia su transcurrir, directamente. Sabemos que cada minuto que pasa, nuestro ser querido está en alguna parte (vivo o muerto, esa duda es la gran perversidad de la palabra «desaparecido»). Un año es una inmensa cantidad de minutos. Imagínate cinco años, quince, treinta… Nuestra vida cambia drásticamente. El gran vacío repentino que dejan en el cuerpo se llena de preguntas y dolores.


Pero no es necesario ser víctima directa para entender lo que está sucediendo, sino sentir y asimilarte como una víctima indirecta de estos genocidios. Tu vida quizás no cambie de modo tan drástico, pero si te tomás el tiempo para pensar en esos chicos, en que nadie sabe dónde están, en lo injusto que es eso, en lo que sufrieron, en lo que sufren, en que podrías haber sido vos, en que los que buscan podrían ser tus seres queridos, es imposible mantenerse indiferente.


El acompañamiento de toda la sociedad resulta vital para exigir justicia y castigo a los culpables. En mi país los organismos de derechos humanos tuvieron que pasar muchos años de solitaria perseverancia, pensando y concretando muchas acciones (como juicios simbólicos luego de los indultos ocurridos en los ’90, «escraches» a domicilios de torturadores, etc), para que la necesidad de justicia siempre estuviera presente. Los juicios de lesa humanidad llegaron casi treinta años después de cometidos los crímenes.


Me gusta pensar que la sociedad mexicana podrá ver que si acompaña a los familiares de los desaparecidos en su exigencia de justicia, no pasará tanto tiempo como aquí para lograrla.


Y también, pensando en nuestros chicos, creo que la educación es fundamental. Poner palabras, dar discusión (en el mejor sentido de esa palabra), escuchar con atención, comprometernos colectivamente con que se necesita acabar con la impunidad para crecer como pueblo, todo eso se replicará en niños y jóvenes, que de por si tienen un alto sentido de justicia. 
La literatura, el arte en general, siempre es una puerta de entrada excelente para iniciar diálogos profundos.

 

12041702_10153159065112544_1718249714_nJAIRO BUITRAGO:

México está en mi interior de una manera particular, por eso escribí Two White Rabbits (que se publicará en español a finales de año por Ediciones Castillo). La tragedia de los 43 es desde ya símbolo mundial, nos reconocemos en el dolor de los hermanos, como en un espejo.


IMG_2259GRACIELA BIALET:

Los modelos sociales y culturales transformados en políticas (públicas en el caso argentino) son complejos de transpolar, precisamente porque dependen de pautas urdidas tan intrínseca y a veces soterradamente, tan propias de un pueblo, que mudadas a otra cultura pueden ser carentes de sentido o acción. Pero desde una mirada más amplia, más civilizatoria, creo que la defensa de la vida es un paradigma inevitable, de urgente tratamiento, porque el intersticio ante  el instante de la muerte es definitivo.

O sea, que creo que a un año de Ayotzinapa, más allá de ejemplificadoras experiencias, por lo que hay que insistir -sin tregua- es por la vida de los jóvenes normalistas. Vivos los llevaron, vivos lo queremos (esa consigna la cantábamos en los 80 acá también).

Los sapos de la memoria, editado por Conaculta en 2013 en México, pueden croar una mirada acerca de la búsqueda de memoria, verdad y justicia, que desde la literatura, movilice reflexiones y otras expresiones artísticas que den opciones de promover nuevas miradas acerca del tema que hoy atormenta a los mexicanos. La literatura está hecha de palabras y las palabras tienen el poder desbordante de hacer visible otras realidades, otras opciones, otros gritos. Todo es cuando la palabra lo nombra. Las palabras son poderosas como puñales, como luces en medio del mar, diamantes de mil signos. Ellas nos liberan condenándonos a componer una y otra vez su sinfonía de verdades.

 

IMG_4829MARÍA JOSÉ FERRADA:

La experiencia chilena, a la luz de lo que sucedió en Ayotzinapa, nos muestra que debemos seguir trabajando, por hacer de los niños seres empáticos, que no permitan que estas cosas vuelvan a suceder, creo que la literatura, la poesía, puede ayudarnos en eso, a conocernos, comprendernos y ser capaces de ponernos en el lugar del otro.

Leer al desaparecidoIGNACIO L. SCERBO:

Primero pienso en los normalistas. Pienso en ellos y no puedo olvidarme de los desaparecidos en Argentina. Los recuerdo fervientemente como aquellos que nos faltan y sólo eso es doloroso. En Argentina, con los juicios hechos a los victimarios, los dolores comienzan a cicatrizar. A su vez, hemos podido recuperar sus identidades políticas, su visión del mundo, que si no, no hay una memoria verdadera. Hoy cuando nombramos a los normalistas mexicanos, no podemos olvidar su militancia política. “Ayotzinapa, cuna de la conciencia social” reza una de las paredes donde estudiaban.

Segundo, pienso en sus familias. En Argentina, Abuelas, Madres e Hijos han sido y son los protagonistas del descubrimiento de la verdad, el pedido de justicia y la construcción de la memoria. En México, las familias son en este momento el motor que tracciona el descubrimiento de la verdad de los hechos y el pedido de justicia. Ayotzinapa no es memoria, Ayotzinapa es ahora.

Tercero, pienso en la palabra como vehículo de transformación. La palabra como encuentro, testimonio y articulación para la denuncia y el reclamo. La palabra que hoy alivia el dolor porque sabe quien la dice que no está solo y que todos necesitamos que sea justicia.

 

Irene Vasco AyotzinapaIRENE VASCO:

Este caso que, por fortuna ha sido tan divulgado, es apenas uno de los tantos horrores que vivimos, no sólo en Latinoamérica sino en el mundo entero, a lo largo de la historia humana. Para no ir muy atrás, me remito al holocausto judío. Libros como el Diario de Anna Frank han pasado de mano en mano ya por algunas generaciones, recordándonos que lo innombranble no debería repetirse. Sin embargo se repite disfrazado de mil maneras.

La experiencia colombiana no tiene que ver sólo con la narcoviolencia. Ésta es apenas la consecuencia de una historia de despojos y guerras que vienen de siglos. Chile, Uruguay, Argentina, cuentan los hechos de las dictaduras. Cada país narra lo que le toca. Quienes escribimos para niños sobre estas situaciones, es porque no podemos evitar ser testigos sensibles. Contamos lo que vivimos de cerca pero estas se convierten en historias universales, porque se repiten aquí y allá. Ojalá no fuera así y México pudiera contarle a sus niños sólo lo bello.

María Teresa AndruettoMARÍA TERESA ANDRUETTO:

La experiencia argentina es particularmente rica en la lucha por la justicia y por el trabajo de los organismos de derechos humanos (especialmente esos garantes éticos que son para nosotros la Abuelas y las Madres) y luego el trabajo desde el Estado en la búsqueda de verdad y de justicia, en los muchos crímenes de lesa humanidad que aquí se cometieron.

Es una lucha muy larga, el 18 de septiembre se cumplieron 30 años de la condena en el juicio a la Junta que fue el comienzo legal de todo este camino que con sus avances y retrocesos logra, en este último proyecto político, la reapertura de los juicios, la condena a todo implicado y sobre todo la lenta percepción social de que los militares no actuaron solos, que la dictadura militar sucedió con la complicidad y con muchas veces la participación directa de sectores civiles, empresariales, de la justicia, de la iglesia... y también con la mirada indiferente cuando no colaborativa de tantos y tantos ciudadanos de a pie. Yendo otra vez hacia mi escritura, esa zona (esa voluntaria o involuntaria complicidad social) es lo que he ido a mirar en algunas de mis novelas como La mujer en cuestión, Lengua Madre o la reciente Los Manchados.


Florencia OrdóñezFLORENCIA ORDOÑEZ:

Me parece que, como sucedió en los setenta en la Argentina y como sucede hoy en Córdoba con la política represiva de De La Sota, lo que sucedió en Ayotzinapa no puede atribuirse  a errores o excesos del gobierno sino a un plan sistemático que utiliza la violencia del Estado para servir a determinados intereses políticos y económicos. Es terrorismo de Estado, porque disciplina a la sociedad a través del miedo. Es terrible lo que está sucediendo y a veces el miedo paraliza y lleva a no querer ver, pero hay que evitar eso a toda costa, visibilizar y denunciar lo más que se pueda.

Te cuento que en H.I.J.O.S. , organización de la que formo parte hace varios años, es un tema que nos movilizó mucho porque además del dolor que sentimos por cualquier violación a los DDHH, por estas cosas de los exilios muchos tenemos amigos y familiares en México. Cuando se cumplieron tres meses de la desaparición de las normalistas organizamos una intervención artística en el centro de Córdoba denunciando esta situación, armamos un altar con fotos de los normalistas, flores, poemas… Sabíamos que poco podíamos incidir en lo que estaba sucediendo en México, pero que sí podíamos interpelar desde el arte a la comunidad cordobesa, reflexionar sobre lo que implica una desaparición por parte del Estado, no hace treinta años sino ahora, transformar el dolor en acción, compartir nuestro sentir con otros, usar la bronca para transformar aunque sea una parte de nuestro mundo y hacerlo un poco más bello. Creo que ese es el poder que tienen el arte y la literatura.

12062355_1020405784649907_637341266_oFEDERICO IVANIER:

Es difícil decir algo de ese tema. Acá tuvo repercusión más en los diarios que en la gente, creo, porque el mundo parece tan plagado de una violencia extrema y absurda que todo el mundo termina anestesiado. De todos modos, lo que queda es el repudio y el horror y sobre todo una sensación de impunidad que, en los lugares más altos de poder, transmite México. Junto con eso, lo que me queda a mí es una gran sensación de impotencia.

 


IMG_20150925_122025SEBASTIÁN SANTANA (PANTANA):

El caso de estos estudiantes mexicanos en particular me pegó muy fuerte, ver carteles de desaparecidos con caras jóvenes y saber que son jóvenes de hoy, no los jóvenes que seguimos buscando desde hace más de cuarenta años es algo muy triste, muy doloroso. 

En medio de la desgracia, lo que me pareció muy importante es que a través del drama de estos gurises (niños) se hiciera una campaña mundial que creo, hasta el momento, no se había podido lograr, acerca de los miles de muertos y desaparecidos contemporáneos de México, las víctimas de la complicidad del gobierno, las víctimas del narcotráfico, de toda esa mezcla terrible de violencia que padecen. Y eso, que estos gurises se hayan transformado en un ícono de ese dolor es algo importante, en medio de todo lo malo que significa, porque hace visible el dolor, la situación, y es más fácil exigir una forma de respuestas. En la medida en que esa violencia adquiere una forma concreta, se hace más fácil visibilizar el tema y desde ahí reclamar. Es algo paradójico, claro, porque como humanos deberíamos ser capaces de entender a través de la idea abstracta del dolor, pero vivimos en este momento donde una forma gráfica da una claridad que pareciera que una idea, por sí sola («es insostenible que exista terrorismo de estado»), no logra.

La experiencia de Argentina, donde nací, o de Uruguay, donde fui criado y vivo desde 1985, o incluso Chile, país en el que estoy radicado desde marzo, en fin, la experiencia de los países suramericanos que vivieron dictaduras cívico militares y terrorismo de Estado en los setenta quizás pueda servir como forma de entender que el terrorismo de Estado, por definición, es una de las forma de violencia más imperdonable, sea por acción o por omisión, ya que significa que la estructura abstracta (el gobierno representativo) bajo la que decidimos situarnos para organizar nuestras vidas no funciona, o lo que es peor, funciona como una trampa perversa, ya que en vez de servir a los más débiles, se vuelve en su contra, y cuando la Ley, que se supone es la herramienta de orden social, la que evita que el hombre se coma al hombre, habilita, desconoce o colabora con la violencia, no queda nada, no hay amparo. Esto es algo insostenible, contra lo que el pueblo, todos, tenemos que luchar, exigir no ser gobernados por un régimen que violente al propio pueblo.

nos-faltan-a-todo-el-mundo-copyPara esto es fundamental la conciencia del propio pueblo y la solidaridad de los demás países. más allá de las ideas que tal o cual grupo político represente, la base de la protección de los más débiles es una exigencia fundamental que hay que sostener, así como exigir transparencia del gobierno en su participación en actos dudosos. no olvidar que quienes gobiernan son apenas funcionarios al servicio del pueblo, y no entidades superiores que deciden sobre las personas. Son las personas las que deciden sobre sus gobernantes. Exigir cuidado, respeto, transparencia y verdad es el derecho del pueblo, y darlos, un deber de quienes gobiernan. 

Para esto son fundamentales las organizaciones sociales, la agrupación de personas en torno a ideas concretas y la acción ciudadana, la toma de conciencia y la militancia activa, visible, organizada y sostenida. El apoyo de grupos políticos concretos es importante, pero siempre desde la base de la exigencia de la verdad, de la búsqueda del bien común antes que cualquier otra cosa. En este sentido, en los países que conozco la pelea por verdad, memoria y justicia siempre se ha sostenido gracias a que se apoyó desde colectivos organizados, sindicatos, agrupaciones solidarias, gremios y distintos tipos de colectivos formados en torno a ideas políticas (en el sentido más básico de la palabra política) concretas. No hay que perder de vista la necesidad de agrupación, de colectivizar y organizarse, para asegurarse que las luchas no se diluyan o sean fácilmente neutralizables. Algo tan viejo como luchar juntos por los que vendrán mañana, es fundamental. No personas solas, no solamente por mí. Muchos, y por el futuro.

 

la foto-130MARIANA OSORIO GUMÁ

¿Qué puede mostrar la experiencia chilena a México? Algo fundamental: que México y sus habitantes saben ser puro corazón. Que México es capaz de ser un espacio de acogida, de resguardo. Sabe ser casa. Sabe ser recinto. Sabe ser cobijo. Que México sabe ser generoso. Y sí, es complicada la generalización, lo sé. Porque también puede estar lleno de hijos de su madre. Pero también poniéndolo en la balanza, se vale decir que se inclina hacia un lado lindo, desde mi propia experiencia. Hablo por mí, pero creo que es un sentimiento que muchos exiliados tenemos. No de a gratis aquí echamos raíces. Como sabes soy cubana de nacimiento, chilena por segunda patria. Pero siempre digo: soy mexicana por elección. Y me siento muy honrada de serlo. Una cubana chilena que hace salsas en molcajete, que come chapulines y escamoles cuando le da el bolsillo. Que necesita tortillas y chilitos en la comida y se alegra al mirar hacia los cerros y al cielito lindo de este país, para refrescar el alma. Hay lugares que habitamos y otros que nos habitan. Vivo en México pero si, por alguna razón (espero que no), tuviera que irme, México me habitaría hasta mi último suspiro.

Pero a pesar del enorme y amoroso espíritu de los mexicanos nuestro país está siendo carcomido y dirigido por grupos sin escrúpulos, que se guían por intereses lucrativos que buscan sostener poderes infames. Ellos propagan el cáncer de la violencia y la impunidad. Está en nosotros resistirnos a ello. No es fácil. Lamentablemente nada de lo que ahora ocurre aquí está alejado de lo que ocurrió con las dictaduras del sur. Acá lo complejo es que hay un disfraz infausto, una siniestra perversión de democracia que ya no se sostiene con nada. O es, al menos, lo que desearía. Porque lo peor de todo es eso: que se sigue sosteniendo. Y siguen los desaparecidos. Y las masacres. Y los migrantes. Y sigue la impunidad. Y sigue la violencia.

 

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Informe Ayotzinapa

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Todas las bocas gritan
Y gritan y gritan
Y a todos los papás
Y a todas las mamás
Que son días y espinas,
Agua y sangre
Y boca,
Sólo boca:
“¿Dónde estáaaaaaaaaaaaaaaan?

María Baranda, Diente de león.

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