El mapa de la mente de un niño no solo tiene barcos voladores, guaridas solitarias, gnomos, príncipes, cabañas, cuevas y ancianas con la nariz torcida. También incluye «el primer día de clases, la religión, los padres, el día del postre de chocolate, las sonrisas obligadas, los ahorcados, los asesinatos…». Ya en 1911, en las primeras páginas de Peter Pan, J. M. Barrie describía así la mente de un niño. Y es quizá porque entendía esa complejidad infantil que escribió una novela que ha fascinado a tantas generaciones.

Cada niño, dice Barrie, tiene en la cabeza su propio País de Nunca Jamás: una isla llena de caminos en zigzag, personajes, emociones y lugares que, «para colmo de males», están siempre moviéndose. 

¿Es necesario hablar a lectores niños y jóvenes de otros niños y jóvenes desaparecidos y ejecutados? ¿Reproducir realidades donde el gobierno es quien comete atrocidades?

Barrie dice que sí a la inteligencia de los lectores en formación y a su necesidad de entender y crecer con buenas historias. Todo es parte de su realidad: igual que el temor a ser abandonado y la ilusión de ir a la playa, los niños saben de gente que desaparece, de gobiernos crueles, de adultos a los que les preocupa lo que ocurre y a otros a los que no. Cada niño sabrá qué tanto esa violencia tiene un lugar en su País de Nunca Jamás, qué tanto necesita hablarlo y resolver dudas; pero los mediadores no podemos pasarlo de largo; hacerlo es pasar de largo al propio niño.

En algunos casos, incluso, se trata de preservar la memoria. En Argentina empiezan a haber libros informativos, como el notable Abuelas con identidad (Iamiqué, 2012), que hablan a las nuevas generaciones de la dictadura militar y los crímenes que cometió el Estado. Esa misma necesidad, de explicar a los que no lo vivieron, movió al argentino Ignacio L. Scerbo a escribir el excelente ensayo Leer al desaparecido (Comunicarte, 2014).

Los señores Darling, los padres de Wendy, John y Michael, recuerdan y lamentan cada cosa que hicieron y dejaron de hacer, cada cosa que dijeron a sus hijos la última noche que los vieron, antes de que se fueran con Peter Pan, y hasta los juegos y saltos que dieron juntos:

—¡Los saltos que dimos! —decía la señora Darling al recordarlo ahora.

—¡Quién iba a decirnos que jamás volveríamos a saltar! —dijo el señor Darling.

—Eran encantadores, ¿verdad que sí, George?

—Y eran nuestros, y ya no los tenemos.

Los ojos de líaLas formas de dar salida a la complejidad de emociones que experimentan los niños en contextos violentos es variada. Hay escritores que lo hacen desde la brevedad y polisemia de un poema, otros que ponen el filtro de aquello que ocurre en los sueños, algunos crean historias que son una gran metáfora de miedos comunes, dudas y enojos disfrazados de hadas y piratas. Pero también está quien se lanza a describir en un tono más histórico: este es el contexto, con estos nombres y apellidos y estas las fechas y esto lo que pasó primero y lo que vino después.

En Los ojos de Lía (Sexto Piso, 2012), único cuento ilustrado para jóvenes que encontré sobre el tema, producido en México, su autor, Yuri Herrera, le entra con una cronología y ritmo casi periodísticos: Lía, la protagonista, crece feliz hasta que la violencia empieza a desdibujar su entorno. Se topa con un cadáver cerca de su escuela, luego ve otro en la televisión y pronto es tan común que hasta parece normal, pero ella tiene tanto miedo que ya no puede, y no puede creer lo que dicen los otros: que su compañero de clase, Romero, el que le gusta, pudo haber desaparecido. Y desde ese pozo de incertidumbre en el que se encuentra, logra salir y reapropiarse de lo que es suyo: su ciudad y sus ganas de bailar sin que nadie la vea y de hablarle a Romero. El «terrorismo de Estado» no es explícito, pero la violencia sí, y las posibilidades de relectura hoy, después de Ayotzinapa, hacen crecer el relato. 

¿Y qué más? ¿Y cómo? En esta segunda entrega de «Terrorismo de Estado y libros para niños y jóvenes« lo explican mejor dos autoras, un editor y un autor-ilustrador. 

Y un último pensamiento que tuve en la marcha por el primer año de las desapariciones forzadas de Ayotzinapa: Ante el odio que muchos expresaban contra Enrique Peña Nieto, contra la policía y otras autoridades, pensé: ¿Qué pasó con el País de Nunca Jamás de los torturadores, los políticos corruptos y los asesinos? Quizá poco a poco fue dejando de moverse, fue quedándose sin caminos, sin zigzag, y solo quedó una línea recta, corta, en un terreno baldío. 

Acercar estos libros, y muchos más, para nutrir la tolerancia del que, cuando es niño, todavía es capaz de contener muchas realidades, muchas personas, muchas emociones y muchos mapas en su País de Nunca Jamás.

 

Genocidio EkaréGenocidio 

Jane Springer. Ediciones Ekaré, 2014.

En la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789 (antecedente francés clave de los derechos humanos) se puntualizaba la necesidad de reconocer ciertos «derechos naturales, inalienables y sagrados» que protegieran a los ciudadanos DEL GOBIERNO, así lo cuenta la especialista Jane Springer en este brillante ensayo publicado por Ekaré. La edición apuesta por un lector joven que quiere informarse sin bostezar. No utiliza fotografías, infografías o ilustraciones, atrapa el ritmo ágil, los datos bien seleccionados, los recuadros con historias paralelas y los ejemplos estremecedores contados con un estilo periodístico limpio, que no evade los detalles escalofriantes pero que tampoco los estira para alimentar el morbo.

Uno de esos libros que despiertan el hambre por la información. Uno lee y lee y necesita saber más. Y en el sentido más amplio: impulsa al lector a buscar fuera del libro y a plantearse muchos porqués. Muchos los irá resolviendo conforme lea y termine el ensayo, otros, seguramente, con el paso del tiempo, y algunos más, quizá, queden como incógnitas.

El libro forma parte de la colección «Guías Punto de Partida» (de la que existe ya otro título «Cambio climático» y de la que viene uno más: «Migración»), y constituye una apuesta arriesgada y desafiante que, sin embargo, podría acercar a esta editorial a un público de lectores jóvenes desatendido: los que quieren informarse y conquistar el mundo con argumentos.

Pregunto: ¿es necesario hablar a lectores niños y jóvenes de otros niños y jóvenes desaparecidos y ejecutados? ¿Reproducir realidades donde el gobierno es quien comete atrocidades?

Dice Pablo Larraguibel (editor del libro):

Es una decisión que solo pueden tomar padres, madres o profesores. Ekaré ha intentado poner a su disposición buenos libros que traten estos temas.

Lo que suele ocurrir es que los padres no quieren hablar de temas “complicados” con sus hijos por protegerlos de la “realidad”, pero, personalmente, creo que tiene más que ver con su falta de herramientas para hablar con sus hijos. El miedo a no estar a la altura en una conversación y sentir que no podrás tener las respuestas adecuadas, según la edad del niño, sobre estos temas difíciles. Porque lo son.

El error está en pensar que no mostrárselos en casa sea protegerlos. La información les llegará tarde o temprano y es mejor haberles dado algunas herramientas emocionales para procesarla.

 

Los sapos de la memoriaLos sapos de la memoria

Graciela Bialet. Op Oloop Ediciones, 1997/Conaculta, 2012.

Publicado por primera vez hace 20 años, es un libro que abrió brecha. Si todavía hoy es un tema que cuesta, en aquellos años fue excepcional que un escritor le hablara a los jóvenes de la violencia política y las desapariciones forzadas. Pero costó: su autora tardó un par de años en conseguir que una editorial quisiera publicarlo. Mientras tanto, el libro circulaba en fotocopias y sumaba lectores. En México ya lo editó Conaculta y ha empezado a sumar seguidores aquí también.

Apoyada con documentos y testimonios, la novela narra la historia de Camilo, un joven de 17 años, que deberá encarar sus demonios y pesadillas para averiguar una verdad que le es revelada a cuentagotas, con terror y desconcierto.

Leyendo sobre los niños arrebatados de su hogar junto a sus padres, pensé en mi suerte y en mi mamá, abandonándome escondido en el canasto de la ropa sucia. Solo recuerdo gritos extraños, y a ella diciéndome algo mientras me tapaba con manteles y camisas adentro de un cesto de mimbre. ¿Qué sucedió aquella noche? ¿Por qué me dejaron allí? ¿No me habrían visto? ¿O en realidad yo no estaba ahí cuando secuestraron a mi madre?

Dice Graciela Bialet:

Cuando escribí Los sapos de la memoria, lo imaginé para adolescentes (de hecho el personaje tiene 17 años), pero para mi sorpresa, lo leen desde los 11 o 12 años, y es que en mi país se ha avanzado mucho en los últimos 10 años sobre el tema de los derechos humanos. El 24 de marzo (fecha que recuerda el horrible día del golpe militar del 76) se realizan actos en todas las escuelas y plazas del país, para que se recuerde que esto no debe suceder NUNCA MÁS. Y los chicos entienden muy bien los motivos, porque casi no hay familias que no hayan sufrido directa o indirectamente el genocidio; y la transmisión oral, el hacer consciente el tema, el debatirlo, el ficcionalizar, la literatura, el arte, contribuyen a sacar afuera las palabras de liberación, porque en definitiva, lo único que realmente poseemos para vivir es la vida misma. Sin vida no hay ninguna otra cosa que poder desear o disputar o defender.

No es cierto que a los chicos no les interesa el pasado, si fuese así no rehacerían permanentemente el mundo con sus juegos y ficciones. Venimos dotados del pasado para la inmediatez del presente, no nacemos en cero ni en punto muerto. Los necesarios cambios al futuro los hacemos a partir de los yerros del pasado (el desarrollo tecnológico es prueba de ello) y del presente, aunque algunos simulen que no aprendieron de sus propias agonías, y despreciando el milagro de la vida, sigan usando la guerra y el exterminio como dispositivo para sus enriquecimientos ilícitos. El tema es cómo contribuir a que los chicos establezcan estas relaciones. La literatura siempre contará mejor la Historia, en un contexto de humanos que viven y actúan como humanos -y no solo como próceres repletos de fechas y datos-, que el mejor manual de Historia.

Es imperioso que la literatura hable de los temas de la preservación de la vida, por eso hay que hablar de lo que destruye la vida y sus formas macabras: extinción, masacres, desapariciones, atentados, ejecuciones.

 

Mambrú perdió la guerraMambrú perdió la guerra

Irene Vasco. FCE, 2012.

Ya sabes que estos tiempos son peligrosos…, afirma la abuela de Emiliano, el niño protagonista de esta novela, que se ve forzado a permanecer escondido en un sótano, con su perro, Mambrú. Y son tiempos peligrosos:

Lo que más me gustaría saber es por qué unos amigos de mis papás me recogieron la otra tarde del colegio, cuando yo estaba en medio de un examen. Me metieron en un carro desconocido, me entregaron una maleta llena de ropa, dijeron que mis padres estaban de viaje y que de aquí en adelante viviría fuera de la ciudad hasta nuevo aviso.

La manera en que la tensión va creciendo en la historia hasta culminar con la durísima prueba que debe pasar Emiliano, se corresponde con una transformación conmovedora del propio personaje, quien se acercará más a su abuela y a su propia historia familiar. Los hechos, el miedo y la violencia lo atraviesan, pero no lo abaten. 

Dice Irene Vasco:

Pienso que ningún tema está vedado para los niños, siempre y cuando el tratamiento sea el adecuado. Si nos remitimos a los cuentos de hadas europeos, encontramos situaciones increíblemente violentas como un ogro que devora niños y que, por culpa de Pulgarcito, una noche le corta la cabeza a sus propias hijas. ¿Alguien, en el pasado, se preguntó si los niños sufrían traumas por escuchar estas narraciones? En esta época es cuando han surgido las dudas, con frecuencia mojigatas y desinformadas, sobre lo que los niños pueden o no pueden saber. Ellos lo saben todo: oyen noticias y conversaciones. Ellos se preguntan y nos preguntan. Los adultos no contestamos porque no sabemos cómo hacerlo. Entonces llega la literatura en nuestra ayuda para ordenar y transmitir armónicamente esas terribles situaciones que mencionas. Así podemos entablar diálogos y acompañar en el descubrimiento de la naturaleza humana, con todos sus dolores… y sus grandezas.

 

Mañana viene mi tíoMañana viene mi tío

Pantana. Ediciones del Eclipse, 2014.

Una espera. Nada más. Y todo: en esa espera, en esa pregunta, ¿cuándo llega?, ¿cuándo vuelve? ¿llega?, ¿vuelve?, está también la urgencia del tiempo y una vida ligada a esa incertidumbre. Todos los días, en algún momento, el que se queda mira a la puerta… pero también juega futbol, se enamora, se casa, se gradúa de la escuela, tiene hijos… Quizá no puede irse del todo, debe echar un ojo a la puerta, pero vive. El acierto de este libro es que traslada esa emoción al papel y con la sutileza de dos líneas: una dibujada y otra escrita. A Pantana le basta una línea dibujada para trazar al personaje, poco más que una silueta, y con otra línea, la del texto, lo colorea, le pone acción al silencio que da el blanco.

El lector pequeño observará cómo pasan las páginas, como los años, y el chico que espera la llegada del tío, nunca pierde el entusiasmo. ¡Genial!, dice, mañana viene mi tío. Es una espera feliz, esperanzada, aunque el final del libro, golpea, se graba. Ganador del Gran Premio ALIJA 2014 y el Premio Destacado de ALIJA en la categoría de Libro álbum de la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina, sección nacional argentina de IBBY.

Y recuerda el emblemático libro La línea de Beatriz Doumerc y Ayax Barnes, publicado en Argentina en 1975 y censurado entonces por los militares. En 2003 fue reeditado, también, por Ediciones del Eclipse.

Dice Pantana:

Salvo temas muy específicos y que estén muy relacionados a prácticas adultas muy complejas, considero que cualquier tema puede ser trabajado en un contexto de obras (de la naturaleza que sean las obras) para niños. Incluso, considero que es necesario, que hace falta, al menos en mi caso. Es decir, considero que a mí me hace falta hablar de temas que podrían catalogarse como «duros» al momento de elaborar obras para público infantil, porque es un camino que estoy viendo, que me va surgiendo. Actualmente tengo en proceso los esqueletos para algunos libros álbum donde los asuntos que me interesa tratar son las personas marginales, otro sobre los ricos y su forma de ver el mundo, otro sobre una experiencia de miedo y otro sobre conductas indeseables de los adultos. Y no me los planteé porque me dije «hay que hablar de esto o de aquello», sino porque es lo que me surge como una necesidad artística, de elaboración de discurso propio, de lo que en el fondo, en lo más personal, me interesa pensar, elaborar y hablar.

Y un asunto que me interesa relacionado a este tema de los «temas duros» es trabajar sobre la consigna de elaborar obras que puedan ser comprendidas, al menos en algún nivel (pero de forma completa) por públicos de cualquier edad.

 

Y TAMBIÉN:

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Los resistentes 22Ayotzinapa. ¡Nos faltan 43!

Los Resistentes 22.

Este cómic autopublicado narra con una síntesis y una claridad admirables, y en un tono crítico, informado e incluso con algunos acentos de humor, la desaparición de los 43 normalistas. Son fotocopias, pero el contenido tiene más calidad que muchos cómics importados y de tapa dura. La historia arranca en una conferencia de prensa que dan algunos padres de los desaparecidos en Zurich, luego narra los hechos del 26 de septiembre y termina con algunas de las consecuencias que ha traído el crimen de Estado. El hilo conductor es la conferencia de prensa y las preguntas que hacen los periodistas extranjeros. Por el formato, podría resultar muy atractivo y claro para un lector infantil.
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Terrorismo de Estado y libros para niños. Primera entrega.

 
 

Ilustración de portada: Alfonso Ruano para “La composición” de Antonio Skármeta (Ekaré, 2000).

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